¡Oh, Campeador!
La otra cara del héroe.
Durante la segunda mitad del siglo XI transcurrió la vida del que, por designios de la Historia, pasaría a convertirse en el mayor mito hispano: Rodrigo Díaz. Desde hace casi mil años, su persona ha sido mitificada como el arquetipo de las virtudes caballerescas y la generosidad. Sin embargo, lo que los trovadores contaron sobre nuestro héroe nacional se aleja bastante de la realidad. Su vida fue un constante batallar, unas veces como mercenario al servicio de los musulmanes, otras bajo el estandarte de su rey, otras por cuenta propia pero, en cualquier caso, siempre buscando medrar en su beneficio personal. Implacable, cruel y astuto. Dotado de una ambición desmedida y un valor temerario. Temido por sus enemigos, odiado por sus adversarios políticos y venerado por sus tropas, se enfrentó a reyes cristianos, a emires musulmanes, a nobles de Castilla, de Aragón, a los almorávides y, en defintiva, a todo aquel que se interpusiera en la consecución de su objetivo: tomar con sus propias manos lo que la envidia y el rencor de la corte castellana le negaron. Esta es pues la verdadera historia de Rodrigo Díaz, infanzón de Vivar, narrada por Millán Sánchez, un molinero que, buscando la gloria por el oficio de las armas, unió su destino al del hombre que, siendo en vida un señor de la guerra, tras su muerte alcanzó la inmortalidad pasando a formar parte de la Leyenda.